Grafiti, breakdance, rap y todos los símbolos que los
rodean: bandas callejeras, el Bronx de 1977 y un homenaje al mundo musical.
Estos son los puntales sobre los que se sustenta “The Get Down”, que
tras el fracaso de la apuesta de HBO, “Vinyl”, era la esperanza de los que
amamos la música por sentir que la TV nos transfería algo del sentimiento basado
en música. El resumen es que debemos seguir esperando.
No todo el mundo iba a disfrutar de la serie ni generaría el
éxito, casi inesperado, del reciente fenómeno de Netflix (“Stranger Things”). No
era fácil tampoco estrenar tras la propuesta ochentera, pero ese no iba a ser el único
desafío para "The Get Down", la que terninaría siendo sólo otra historia más contada por niños. La serie se
lanzó con todo desde su primer capítulo, dirigido por el propio Baz Luhrmann.
El afamado cineasta quiso plasmar, sin medias tintas, el nacimiento del hip hop
en el New York de los ’70. Un intento complicado y maravilloso a la vez.
La idea inicial no era ni cercana a los 120 millones de
dólares invertidos: las cosas se fueron de las manos, hubo problemas de todo
tipo, desde el punto de vista creativo y financiero. Pero Netflix bancó el
proyecto.
El mundo de “The Get Down” es real y ambientado perfectamente;
una Nueva York en baja, con altercados políticos y una visión distorsionada de
lo que la cultura Hip Hop iba a representar (golpeando la mesa). El guion se
arma únicamente con juegos de palabras, bailes improvisados, algunos tubos de spray y un grupo de adolescentes que sellará un pacto que irá
creciendo capítulo a capítulo.
No podemos dejar de comentar el primer episodio, de tediosos
92 minutos, en la que debe ser la más terrible introducción de una serie;
titulado "Donde no hay ruina, hay esperanza para un tesoro" es
desesperante, demasiado confuso y forzado, teniendo el sello
Luhrmann: totalmente barroco, atiborrado de detalles y exceso de
color. Los fans de "Strictly Ballroom", "Romeo y
Julieta" y "Moulin Rouge" reconocerán tonos familiares en
"The Get Down”.
Desde el segundo capítulo destacan más claramente los
personajes de Ezekiel “Books” Figuero y Mylene Cruz, chico y
chica con sueños y una tensión amorosa que lucha entre lo imposible y la
necesidad. El primero se enamora perdidamente de la cultura Hip Hop y la
segunda sólo quiere cantar y largarse de allí, sin enganchar totalmente con lo que ocurría en las calles. A ellos se unen los
hermanos Kipling, tres jóvenes afroamericanos con un talento impresionante pero tratados por el guion como acompañamiento, más el DJ “Shao”.
"Book" (Ezekiel) es también el ancla emocional del
espectador, la ventana sensible para mirar cómo era ese 1977, lo que permite mayor
conexión con la historia desde el segundo episodio, aunque cada uno de ellos
comienza con el recurso de enlazar con 1996 cuando, ya mayor, Ezekiel rapea los
créditos de apertura. Smith se basa consistentemente en las emociones de su
personaje, el que representa la angustia del adolescente y el anhelo de
conseguir algo más grande. Esta interpretación está bien lograda. El guion muestra uno de sus más cuidados detalles, justamente en las líneas de Ezequiel:
la poesía, la que desborda emoción, por ejemplo, cuando Book relata el
asesinato de su madre o cuando le dice a Mylene que la ama.
Desde el tercer episodio, "The Get Down" se vuelve
un lío con bastantes defectos; el resultado, a oídos del aficionado a
estos géneros musicales y a la cultura hip hop, huele a que algo no se terminó
de cocer, que la creatividad se fue diluyendo y que hasta el catálogo pareció poco
estudiado, como que se quisieron ir a la segura en términos musicales. Otro de los desórdenes se
nota en la ejecución, con muchos cambios de tono, pasando de la caricatura a la
cursi tragedia, algo común en recreaciones de los años ’70 porque cada escena,
acto o situación suele ir acompañada de mucho diseño de producción. ¿En algún momento alguien tuvo la sensación terrible de estar viendo “Glee”?.
Tras el fracaso de “Vinyl” la esperanza era que "The
Get Down" nos contara el nacimiento de una cultura, en sus multitudes y en
su expansión. Lo logra a medias cuando utiliza la narrativa a través de objetos
identificables: Bronx, casting negro, comedia negra en las situaciones familiares. Pero falla cuando quienes nos cuentan la historia están desbalanceados (muy bien Smith y muy pobre la ejecución de Herizen Guardiola).
Por otro lado, y aparte de avanzar muy lento, hubo que lidiar con dos
narrativas: el romance de Ezequiel con Mylene y su intensa amistad con su
compañero Shao. Fue una dinámica con espectáculos aparte.
El caos en que termina convertida la serie se transmitió
al producto final, el que vimos a medias (sólo se emitieron 6
episodios, los restantes 6 llegarán en 2017): caos visual, caos interpretativo,
caos musical, caos Luhrmann .
En su esencia “The Get Down” es el viaje de
un niño que quiere convertirse en héroe y rescatar a su mundo de la oscuridad.
Es una pena que en la era de oro de la TV aún no exista una serie que pueda
transmitir el feeling, el sentimiento de la música creada en la calle y que dio
origen a toda una cultura que sería la base para todo tipo de demostraciones
culturales en las décadas venideras y aún todo se reduzca a historias de amores no correspondidos adornados con grafitis y estereotipos archi manoseados. ¿Se reeditarán los capítulos restantes? ¿se gastará más dinero en este proyecto o se tomarán las mismas drásticas decisiones que tomó HBO?. Nadie lo recordará en lo inmediato.
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